Primera parte.
Un poco de historia
de aquel lugar. Malpaís de Güimar.
En un lugar privilegiado del Malpaís de Güimar, por debajo
de la Montaña grande, poblado de balos,
tabaibas y cardones; había un lapero con
una mesa de roca, y varias piedras que hacían de asientos, donde se reunían los
guanches mayores a deliberar sobre sus problemas, necesidades y soluciones,
mientras comían burgados y lapas. (mariscos).
Era una especie de Congreso de Diputados. En esas reuniones
que duraban el día entero, se estudiaba desde los problemas de agua,
alimentación, enfermedades humanas y de los animales, pesca, caza, astronomía, pastoreo, etc., etc.; se
retiraban a la caída del sol, pues algunos tenían que recorrer largas distancias
hasta llegar a su cueva, donde les aguardaban su familia; esposas e hijos y
hasta nietos, además de sus animales.
Aquel lugar, al pie de la montaña, era un lugar de
reuniones, no de vivienda, aunque por aquella zona han aparecido varios
enterramientos de guanches, podría ser lugar sepulturas.
Cerca de ese punto se encuentra la cueva honda, lugar donde
tiraban los cadáveres de los animales muertos.
Ellos conocieron las propiedades de muchas plantas, tanto
curativas como
sedantes, cataplasmas de tabaibas, etc., plantas saponarias
(jabón) como la barrilla, urticantes, como la ortiga, evacuantes como el
tartago, digestivas como la manzanilla, antitusigenas como el tomillo o el eucaliptos; y aromáticas, como el romero, la albahaca, el
incienso, la caña santa, el espliego, la ratonera peluda, la malva, el estigma
de maíz, etc.
Su alimentación era: carne, pescado, mariscos, leche y sus derivados, las
harinas de semillas, (con la semillas tostadas hicieron el gofio), algunas
verduras y frutos fueron su principal alimentación; quizás por ello vivían tan separados unos de
los otros, formando pequeños núcleos familiares; todos recogían frutos
silvestres; cultivaban o recolectaban lo que podían, luego lo intercambiaban. El
trueque fue su principal forma de comercio.
Las relaciones sociales eran muy fuertes, aunque solo se
reunían cada luna en ese lugar de la montaña, donde hacían el intercambio de
sus productos, aún hoy se encuentran conchas de lapas en aquel lugar..
Un joven guanche emancipado de su familia se fue solo a
vivir en alguna cueva del Malpaís de Güimar, cerca del lapero, entre la montaña
y el mar,
Su nombre era Vilamar.
Los guanches fueron los
primeros pobladores de Las Islas Canarias, que fueron diezmados de forma brutal
durante la conquista. .
Segunda parte;
Vilamar y una gaviota.
Vilamar se emancipó de su familia y eligió como lugar de
residencia el Malpaís de Güimar para hacer su vida en solitario; vivía solo en
una cueva del Malpaís, la soledad era su única compañera.
Él comía en su cueva-casa, y el poco sobrante de su comida lo dejaba a la
puerta de la cueva donde muchas aves y lagartos merodeaban. Entre todos aquellos animales había una
gaviota que se acercaba y comía esos restos. Aquello que en principio
era accidental, se fue haciendo cotidiano; pues el guanche al ver que la
gaviota se acercaba cada vez más a la puerta de su cueva para comerse los
restos de la comida, ya se la ponía a propósito y la gaviota se fue
familiarizando con la proximidad del guanche.
Poco tiempo después la gaviota comía dentro de la cueva en
la misma mesa que su amigo el guanche. Un día la gaviota trajo en su pico un
pez y lo soltó sobre la piedra que hacía de mesa; el guanche lo compartió con
ella y además le dio de premio un trozo de torta (hecha de harina), desde ese
momento la gaviota iba al mar varias veces al día a traerle peces a su amigo el
guanche.
La estampa de Vilamar y la gaviota era una constante en el
paisaje del Malpaís, el guanche
caminaba entre las rocas lávicas de paseo o de caza, y la gaviota le seguía
como un perro dócil; incluso cuando el guanche cazaba conejos la gaviota se
interponía en la huída de la presa, colaborando con el guanche en la caza de la misma.
Vilamar se había hecho dependiente de su amiga la gaviota
pescadora y ella se sentía reina del Malpaís caminando con el guanche entre las
rocas.
Era una imagen común, ver al guanche y la gaviota, y hasta
divertido verla saltar de roca en roca, buscando el equilibrio con sus alas como
una perdiz o una paloma; siempre siguiendo los pasos de Vilamar como una regia
y eficaz escolta; o como si de otra congénere se tratara.
Ya era tan común ver la imagen del guanche y la gaviota, que
un día de lluvia y viento que se vio a Vilamar caminando solo, sus vecinos, cardones
y tabaibas se preguntaban, ¿dónde estará la gaviota?.
Jecego.
Hay parejas tan
dispares, como el guanche y la gaviota, pero uno se acostumbra a verlas y
sentirlas; hasta lo notaría, si dejara de verlas.
Si a un paisaje le
falta un árbol, ya no es el mismo paisaje.
Tercera parte de
Vilamar y la gaviota.
Los amaneceres en la puerta de la cueva eran solo una prolongación
de las alboradas en el horizonte; un paisaje tan hermoso como la imaginación
puede crear; todo parecía un sueño que revoloteaba cargado de amor y felicidad
entre las rocas, los cardones, los balos y las tabaibas; éstos inmóviles
absortos disfrutando del vuelo de la gaviota, que les trasladaba a un jardín
encantado, miraban desde los alrededores de la puerta de la cueva. Aquella gaviota les recodaba que ya había
amanecido y que ella ya estaba haciendo su labor de alimentar a su guanche
querido. Aquellas inmóviles plantas eran espectadoras de una de las escenas más
hermosas del mundo; escenas de amor extrañas, pero, ¿como explicarla de otra
manera?; la gaviota consideraba al
guanche un hijo suyo y lo alimentaba como tal, dando varios viajes desde el mar
hasta el nido del guanche, su favorito.
Aquello parecía un misterio en la medida del tiempo, porque
apenas se asomaba el guanche buscando la llegada de su amiga, saltaba la
gaviota desde una piedra, con sus alas al viento y en su pico un pez para
Vilamar; ¿necesidad o complemento?, ¿misterio o realidad? Solo nos queda pensar, que existen
sentimientos aproximados entre el guanche y la gaviota que se desnudan sin
palabras a la luz del tiempo. Solo el Divino conoce los mecanismos de expresión
de las almas gemelas, aunque uno tenga manos, y la otra, alas. (Viéndolos a
través de la distancia y del tiempo).
Después de desayunar, Vilamar salió de caza con su honda y una
lanza acompañado de la gaviota; ésta se elevaba y cuando avistaba al conejo se
situaba encima para orientar al cazador, éste ya se situaba en la posición
adecuada y se disponía a su captura, la gaviota en muchas ocasiones se
interponía en el camino de huida del animalito para que fuera alcanzado por su
amigo, ¿se llama a eso colaboración, ayuda, o equipo?
Vilamar, con la ayuda de la gaviota había cazado un conejo y
lo estaba preparando a la sombra de la cueva, lo condimentaba con sal, y alguna
hierva del lugar; mientras, la gaviota que se había ido de pesca, llegaba a la
cueva oliendo a tomillo y ajo salvaje, olor poco común en su dieta, saltó sobre
su piedra, cerca de la laja que hacía de mesa y puso en la mano de Vilamar, el
pez que trajo en la boca; el guanche lo cogió, le dio un trozo a ella y el
resto lo puso a asar con su presa, los dos comieron acompañados y los dos
pasaron juntos la siesta, ¿se habría convertido aquella amistad en dependencia?
Jecego.
Dos corazones que
hablan en silencio, hacen muy grata la convivencia.
Cuarta parte del
guanche y la gaviota.
Un día de verano se fue Vilamar a pescar con su cesta de
caña, palmera y cuerda de cuero de cabra; y como siempre metía una y otra vez
sus artes en el agua y cogía algún pez o pequeños pulpos; pero este día no
sacaba nada, no pescaba, su cesta salía vacía; la gaviota le observaba y vio la cara del
guanche que desesperaba; la impaciencia
y malhumor se reflejaba en sus facciones; entonces la gaviota usando sus artes
quiso evitar aquel estado que su amigo lucía y aleteando ante su cuerpo le
retiro de la orilla del agua; luego, voló sobre el mar, se lanzo en picado y
sacó un pez en la boca que llevó a la orilla, a los pies de Vilamar; volvió al
mar, y regresaba a la orilla con otro pez en el pico, que ponía en la cesta del
guanche haciendo el trabajo que él no pudo hacer; éste no salía del asombro al
ver a su compañera y amiga que le proporcionaba la comida para los dos.., luego
el guanche se fue a su cueva y la gaviota le seguía dando saltos entre las
piedras. Este día fue la gaviota quien invitaba al guanche con su pesca.
Cuando hablamos de inteligencia ignoramos al animal; ¡¡“pobre
del que piensa así y crea que solo el hombre es inteligente despreciando a los
demás seres!!, porque siempre te
enseñará algo aquel que tu crees incapaz..
El hombre es un ser dependiente de la Naturaleza, pero se
cree su creador.
El hombre se cree sus propias fantasías, se las imagina como
cosas y les pone nombres, que luego utiliza para llamarlas.
El hombre es un iluso capaz de creerse sus propios sueños,
aún estando despierto sueña, cree que lo ha vivido y lo cuenta como un hecho
real.
El hombre es un idealista que cree en sus propias ideas y
sin madurarlas las utiliza, creando el caos en si mismo y en los demás, luego
culpa a los otros de sus propios errores.
Hay animales que quieren a su amo más que así mismo; será un
error, pero le llamamos animal….
Tuve un tío que era pescador, hermano de mi padre, y como
siempre los domingos se iba de pesca con su perrito; como al amanecer no
llegaba, todos sus hermanos fueron en su busca; al no encontrarlo avisaron a la
guardia civil que tampoco lo encontró, ni en la playa ni en el mar. La familia
siguió en su busca y nueve días después, apareció en una cueva lejos del mar,
estaba muerto por un infarto, y su perrito también muerto de hambre, encima de
su amo. ¿Es esto o no, una demostración de amor?
La más larga caminata
comenzó con un paso. (Proverbio hindú) ¿No será una gran lección la que le
dio la gaviota al guanche? y a todos los hombres del mundo que se sientan
omnipotentes?, pensemos…en ello.
Quizás tanto la gaviota como el perro, nos han querido decir
que: no hay nada ni nadie que no pueda enseñarte algo, “ hasta un sabio un día
se dio cuenta de que no sabía nada”.
Quinta parte.
Vilamar, la gaviota y Marisol.
Un día de verano, muy soleado mientras descansaba Vilamar a
la sombra de su cueva, la gaviota que además era su guardián, graznó alborotada
y agitó violentamente sus alas sobre el guanche, que sobresaltado se asomó a la entrada de la cueva y vio que se
acercaba una joven guanchita: ambos se miraron y pronunciaron palabras que solo
ellos podían interpretar; la gaviota ya había cumplido con su parte de alerta y
se retiraba a un lado de la cueva; el resto de la estancia se había convertido en
una pista donde correteaban uno detrás del otro en un especie de danza
prenupcial.
Los dos guanches pasaron el día muy activos, divertidos, felices,
y ampliamente compartido. Ambos explicaban sus vidas al otro con el afán de
darse a conocer, señalándose sus familias que de alguna manera eran bastante
comunes y afines, ya que los guanches nunca fueron multitud.
El sol ya anunciaba su retirada haciendo caminos sobre el
mar, y creo que esa fue la imagen que impactó sobre Vilamar para ponerle a la
guanche por nombre; algo parecido a Marisol, un enlace entre Mar y Sol.
La gaviota salió de la cueva con dirección al mar y regresó
con el pez en la boca para Vilamar, que compartió con la joven guanche, Marisol
alucinaba con el comportamiento de la gaviota; ésta vio la acción de compartir,
regresó al mar y trajo otro pez en su boca que entregó a Vilamar, que
nuevamente compartió con la joven guanche; luego la gaviota se fue a su hábitat en la
Montaña de la Mar porque ya aparecía la noche. Allí, en la cueva, quedaron
Vilamar y Marisol; quizás celebrando su gran día de amor; mientras el ave se
fue pensando: tengo que pescar para dos.
Al día siguiente, en la puerta de la cueva solo estaba Marisol,
que le llamó, pero la gaviota aún no se fiaba de la guanche y prefirió esperar
a que se asomara su amigo; cuando lo hizo, la gaviota le entrego su pez a Vilamar.
La gaviota solo conocía a Vilamar, aún no se fiaba de Marisol.
Vilamar compartió con Marisol, y entonces la gaviota volvió
al mar en busca de otro pez que nuevamente entregó a Vilamar y volvió a
compartir con la guanchita. La gaviota estaba aprendiendo algo nuevo,
“compartir”.
La alada volaba de la cueva al mar y traía pescado que
dejaba a los pies de Marisol a la que se iba aproximando cada vez más.
Ya se había formado una familia entre Vilamar, Marisol y la
gaviota,
la comunicación diaria había formado unos lazos de amistad
cada vez más fuertes entre los tres seres.
La amistad y la
confianza iba haciéndose común.
Sexta parte Alumbramiento de
Mar y sol.
Treinta y ocho lunas después
nacía Lunaclara en una noche de luna nueva,
de ahí su nombre, los guanches
eran muy próximos a la naturaleza casi una
prolongación de ella; Marisol
había dado a luz solo con la ayuda de su marido. Cuando la gaviota regresó por
la mañana oyó lloriquear a Lunaclara, y asombrada lo celebró a su manera revoloteando,
graznando
y agitando sus alas, y talvez
pensando, ¡ya aumentó mi faena! tendré que
aumentar la pesca.
El nuevo padre, Vilamar, se asomó
a la puerta de la cueva y tocando su caracola, “el bucio”, anunció a su familia
y comunidad el nacimiento de su hija, Lunaclara; poco después empezaron a
llegar al lugar sus familiares y amigos, con sus regalos (no era: oro, incienso
y mirra, pero casi). Ya todos esperaban el acontecimiento y estaban preparados.
Unos y otros le llevaron paja de
cebada, de trigo o centeno, para hacerle un colchón a la niña.
Cañas de bambú, para la base del
colchón, y para la conducción de agua de lluvia hasta un depósito que llamaban
aljibe hechos con pieles de animales. Algún zurrón, (piel de cabrito) como útil
para amasar el gofio, (harina de cereales) y para guardar los alimentos.
Dos cabritos hembras y una cabra
dando leche.
Dos pieles de cabra para cubrirse
del frío.
Un ánfora de barro, casi un
tesoro para la época.
Además le llevaron un ventilador hecho
con cañas y trozos de piel de cabra endurecido con sal, y una escoba de rama
fina para que no levantara polvo.
Un chinchorro para la niña, (los
chinchorros para niños tenían un pequeño agujero en su parte más baja para que
saliera el orín y no quedara junto a su delicada piel); (debajo se colocaba un
recipiente de barro que llamaban orinal, donde caía el orín).
Técnicas del abuelo materno para
hacer cortinas con las hojas de las ramas de palmera, muy prácticas para las
moscas.
Las escobas también las hacían
con ramas de palmeras. De la palmera se aprovechaba todo, desde su miel hasta los
techos de las chozas, estropajo, cortinas, alfombras, separación de
habitaciones, etc., incluso para relleno de paredes y techos.
n
Muchos años después de haber desaparecido los
guanches, aún se fabricaban escobas en una casa que existe en la planta, frente
a la finca del estado, a los pies de la montaña grande; por un señor llamado
Ramón, hoy difunto.
Séptima parte Vilamar y familia.
Algunas lunas después del nacimiento de Lunaclara, se reunió
nuevamente la familia de Vilamar para hacer una choza para la niña, ya que la
cueva era pequeña y era costumbre poner
a los niños separados de sus padres.
Al amanecer se encontraban todos alrededor de la cueva,
haciendo un análisis al terreno y elegir la mejor opción, Decidieron ventana al
naciente
en línea con la salida del sol, y la puerta hacia el sur, de
forma de evitar los vientos fríos del norte.
Unos trajeron la palma ya machacada, hecha esparto, otro las
tederas oreadas, ya apartadas sus hojas y flores, que sería la base del barro,
sobre la madera; otros, la madera de
escobones y palo blanco; la tierra la tomaron de los alrededores de la cueva y
el agua la cogían de charcos que habían quedado de las lluvias pasadas, que
transportaban en pieles de cabra a las que se les había hecho nudos en sus
extremidades; la piedra abundaba en el lugar.
La obra la dirigía el más viejo del equipo, que resultó ser
el abuelo paterno de la guanchita, Lunaclara
Al medio día almorzaron gofio amasado con leche en el zurrón,
con trozos de queso. La gaviota quiso participar de alguna forma en la
construcción de la casita de la ya su
amiga Lunaclara, trayendo hasta doce peces que entregó a Vilamar, y hasta llegó
a probar el gofio amasado sin mostrar señales de desprecio alguno, más bien
parecía gustarle.
A la puesta del sol se había terminado la casita de la niña:
ahora el sol haría el resto secando el barro.
Pasado dos lunas se volvió a reunir la familia, ahora para
comprobar la seguridad de la obra y celebrar su ocupación por la reina de la
casa; prepararon su Chinchorro hecho con una piel de cabra y vieron como ella
se mecía y sonreía haciendo honor a su nombre.
Una sonrisa que compensaba el esfuerzo de toda su familia.
Antes del medio día celebraron el premio de su trabajo con
un poco de leche macerada con canela y caña santa; brindaron y se fueron cada
uno a su casa, todos en el Valle de Güimar.
En el brindis no participó la gaviota, o lo hizo a su manera. Porque lo de ella era comer, no beber.
Octava parte Vilamar con su familia.
Como median el tiempo
nuestros antepasados.
Edad de nuestros amigos.
Vilamar tenía dos callados* grandes y uno pequeño, (veinte y
un años) cada callado grande era equivalente a 520 lunas, 10 años).
El callado mediano a 52 lunas, un año). y el pequeño 4
lunas, 28 días, (un mes lunar).
Su esposa Marisol, tenía unas cien lunas menos, dos años
menos, (19 años).
Ya no eran solamente Vilamar y la gaviota; ahora había
crecido la familia con Lunaclara….
Novena parte Vilamar y su hija. (La niña guanche).
Lunaclara, ya con dos añitos, había enfermado con resfriado
y diarrea, por lo que llamaron al abuelo, que además de Patriarca, era el
sanador de la familia; empezó por curar el empacho, (así llamaban al vientre
diarreico). Tomó una semilla de tártago la trituró y calentó en una brasa;
luego frotó esa grasa sobre el vientre
de la niña en redondo de izquierda a derecha, varias veces mientras balbuceaba
algunas palabras, algún rezo. Luego tomó una hoja de tártago machacó sus
nervios o venas, y untó con la grasa de
aquella semilla; la calentó moderadamente sobre la brasa y colocó suavemente,
(comprobando la temperatura en su cara), sobre el vientre de la niña. Luego
tomó un trocito de otra semilla de tártago, la trituró con sus dedos y puso en
los labios de la niña, que se lamía desagradablemente.
Más tarde preparó un brebaje con tomillo de burro en agua
hervida, le agregó miel y le dio a tomar. Ordenó le repitieran al amanecer; otra
vez cuando el sol estuviera arriba, y a la puesta del sol, (seguramente era su
horario),
De comer solo leche cortada al sol, (acidificada) apartando
los grumos.
El anciano se retiró a su choza en Chinguaro, atento por si
volvía a sonar la caracola (el bucio), pero no fue así y regresó a la mañana
siguiente.
La niña había hecho caca menos verde, había desaparecido la
fiebre y sonrió al ver a su abuelo. El estado de salud de la niña había
mejorado notablemente y su abuelo estaba satisfecho de su sabiduría.
Aquí no se acaba esta historia, porque Marisol está de nuevo
embarazada, y como dice su padre: por la forma del vientre, es un varón; y
adelantándose al acontecimiento dijo: se llamará Rocamar…
Cualquier semejanza con algún comentario anterior es pura
coincidencia. Lo que aquí escribo es de mi cosecha, sin más interés que hacer ver
de la forma más atractiva que los animales también tienen un corazón que ama, o
quizás sin pensarlo no seamos nosotros tan civilizados como presumimos o
pensamos.
Jecego.
Por fin llegó
Rocamar.
Una mañana del mes de Agosto, cuando el sol acariciaba al
Pico Cho- Marcial, empezó Marisol a
traer al mundo a su nuevo hijo con la ayuda de su marido; nacido éste, su padre
salió a la puerta y tocó el bucio, en señal del alumbramiento de Marisol; ya
había llegado Rocamar, berreando como descocido; llegó su abuelo y dijo: esto
no es normal, que tan pronto llore tan fuerte, y dijo: esto deben ser gases; le
dio un agua hervida con anís, que el niño poco a poco se tomo y se calló, signo
de que le había sentado bien; mientras su hermana Luna Clara, le cogia su
manita acariciándole.
Mientras fueron llegando los parientes con sus presentes; un
tío paterno le trajo un palo para una lanza, parece que tenía prisa por verlo
saltar con sus primos y parientes.
Una hija de la vieja gaviota que se había hecho entrañable
amiga de Lunaclara, se le posó sobre el hombro para ver de cerca de su
hermanita; la niña tomó a la joven gaviota para acercarla a Rocamar, pero Lunaclara
le dijo que todavía era muy pronto para hacerlos amigos. La niña como si lo
entendiera se separó de su hermanito, con su amiga la gaviota.
Las gaviotas madre e hija, se fueron de pesca; al rato
aparecieron las dos gaviotas, cada una con un pez en la boca. Los guanches
todos se asombraron al ver a la pequeña gaviota con un pez como su madre, y uno
de los tíos de Lunaclara se acercó a la orilla incrédulo por la acción de
aquella cría de gaviota, como podía con su presa, y como podía pescarla? y pudo ver que la joven
esperaba en un roca de la orilla a que su madre le trajera el pez y se lo diera; luego volvía a pescar otro, y
cada una traía uno, hasta la cueva de sus amigos los guanches; ¿se llama a eso
amor, inteligencia, amistad o colaboración?, ¿usted le pone el nombre que quiera.. yo le
llamo amor…..
Como la vez anterior, con el nacimiento de su hermana, se
celebró la fiesta por el nacimiento de Rocamar, y celebraron con tanta alegría
la labor de las gaviotas, que éstas lo festejaron con sus amigos, mientras hubo
luz del sol; luego se fueron a la montaña de la mar, su residencia.
La familia también partió al anochecer con la alegría
inmensa de haber aumentado la familia, y por que sus dolores de vientre habían
remitido.
Su hermana Lunaclara no se apartaba de su hermanito, lo cogía
de su mano y le decía cositas.
Ya habían tres parejas: los padres, las gaviotas y los
hermanitos.
Todo un inmenso mundo dentro del pequeño paraíso del Malpaís
de Güimar.
Jecego.